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martes, 28 de septiembre de 2010

Caravaggio


Salomé con la Cabeza de San Juan Bautista (1607) National Gallery, Londres


Martirio de San Mateo (1598-1601) Iglesia San Luis de los Franceses, Roma


Retrato de Caravaggio, dibujado por Ottavio Leoni


Sacrificio de Isaac (1595) Galería Uffizzi, Florencia


Crucifixión de San Pedro (1601) Iglesia de Santa María de Popolo, Roma


Santo Entierro (1602-1604) Pinacoteca Vaticana


David vencedor de Goliat (hacia 1602) - Museo del Prado, Madrid

Judith y Holofernes (1612-1621) Obra de la pintora Artemisia Gentileschi

El Maestro del Tenebrismo

Por Max Ortega
Cuarto Centenario de la Muerte de Caravaggio


Pendenciero, bebedor, jugador y mujeriego. Michelangelo Merisi, más conocido por el nombre de la ciudad lombarda donde se crió, Caravaggio, era todo eso. Pero también fue el pintor más genial de su época, el de mayor éxito en la Roma de su tiempo, un artista innovador con aureola de maldito a quien traicionó su propio carácter violento y desesperado.
Encontró la muerte cuando regresaba a la Ciudad Eterna en busca del perdón por un delito que convirtió los últimos años de su vida en una continua huida. A los 400 años de su muerte, la capital italiana le ha rendido el gran homenaje que nunca tuvo, una extraordinaria exposición que ha reunido la mitad del medio centenar de las obras que los expertos han confirmado como suyas. La muestra se clausuró en junio, pero otra exposición abrió sus puertas en Florencia, donde permanecerá hasta octubre.
Del mismo modo que con Botticelli, otro de los grandes artistas italianos del que se celebra este año el quinto aniversario de su muerte, la obra de Caravaggio quedó relegada al olvido durante siglos poco después de su desaparición. Los dos maestros tuvieron reconocimiento en vida y, sin embargo, hasta la segunda mitad del siglo XIX, en el caso de Botticelli, y bien entrado el XX, en el de Caravaggio, su obra no fue redescubierta y apreciada como merecía.
Todos los caminos conducen a Roma
Existe cierta confusión en cuanto al año y lugar de su nacimiento. Pudo ser entre 1571 y 1573, y hay quien lo sitúa en Milán o en la propia ciudad de Caravaggio. Pese a que su vida atormentada podría hacer creer a algunos que procedía de una familia humilde, un error que extendieron muchos historiadores del siglo XIX mal documentados, lo cierto es que sus padres estaban bien situados. Su padre era arquitecto y administrador del marqués de Caravaggio y estuvo en contacto con poderosas familias como los Colonna y los Sforza, y su madre procedía de una buena familia de la región. Ambos murieron cuando el joven Michelangelo Merisi era todavía un niño. Sin embargo, ya estaba decidido que encaminaría sus pasos hacia el mundo del arte. Entró como aprendiz en el taller milanés de Simone Peterzano, un pintor lombardo que había sido discípulo de Tiziano. Pasó su adolescencia —al menos 4 años— con aquel artista de segundísima fila y un tiempo después, cuando tenía alrededor de 20 años, marchó a Roma, ciudad repleta de aspirantes a hacerse un nombre en el mundo del arte. Durante un tiempo, Caravaggio fue un pintor más en busca de éxito, un joven sin dinero y sin referencias que le ayudaran a abrirse paso. Contaba únicamente con su talento, aún por explotar. Y para ganarse la vida, comenzó a trabajar como ayudante de diversos artistas de medio pelo hasta acabar pintando flores y cestos de frutas para el pintor favorito del papa Clemente VIII, Giuseppe Cesari, un artista de mayor rango pero muy alejado de lo que llamamos genialidad. En 1594 se desvinculó de este artista y comenzó su propia carrera, primero con la ayuda de Valentino, una especie de intermediario que consiguió vender algunas de las primeras obras de Caravaggio, y después con la del cardenal Francesco Maria del Monte, un amante del arte —y posiblemente de los muchachos de corta edad— que se convirtió en su patrón.
Célebres pinturas como Los músicos, del Metropolitan de Nueva York, o el Baco, de los Uffizi, datan de esa época. Las figuras de jóvenes y adolescentes semidesnudos que pintaba debían de ser muy del gusto del cardenal, aunque también sentaron las bases del debate acerca de las inclinaciones sexuales del artista, una discusión nacida ya en el siglo xx e incluso planteada en la película Caravaggio, que Derek Jarman dirigió en 1986.
Reconocimiento y escándalos
Tras su etapa de obras de género y mitológicas, el pintor se adentró en la temática religiosa, obteniendo cada vez más encargos de la Iglesia. En este terreno sus pinturas fueron innovadoras en varios aspectos. En cuanto a su técnica, prefería acometer muchos trabajos directamente en el lienzo, sin apuntes previos, algo impensable entre los artistas del Renacimiento y de su propia época, y que constituye un reflejo de su forma apasionada y libre de entender el arte. Apenas han sobrevivido bocetos de sus cuadros. Lo que solía hacer era marcar unas cuantas líneas con el extremo opuesto del pincel que le servían de guía para trabajar sobre la tela. El tenebrismo, o uso dramático y radical de la luz y la oscuridad, es sin duda una de sus grandes aportaciones y una de las características del Barroco. Pero, sobre todo, destacó por su cruda forma de plasmar la realidad. Sus vírgenes y santos tienen poco que ver con las figuras idealizadas del manierismo que le precedió. Sus modelos fueron gente del pueblo, prostitutas y mendigos de rasgos vulgares, imperfecciones y manos sucias que él convirtió en mártires.
Su arte tuvo muchos admiradores, pero también detractores que llegaron a considerarlas sacrílegas. La fuerza de sus imágenes era una útil propaganda para la Iglesia contrarreformista. Los entendidos y unos cuantos artistas jóvenes apreciaban su talento, pero algunas de sus obras resultaban ofensivas a los ojos de mucha otra gente. Además, Caravaggio despreciaba a menudo las pinturas de sus contemporáneos, algo que le hizo crearse no pocos enemigos.
En cualquier caso, atravesó un período de éxito que lo convirtió en el pintor más famoso de Roma. Fue entre 1600 y 1606, sobre todo debido a la impresión que causaron El martirio de San Mateo y La vocación de San Mateo, que pintó para la Capilla Conterelli en la Iglesia de San Luis de los Franceses. Sus representaciones de mártires mostraban una violencia inusual y un realismo exagerado al máximo detalle, hasta el punto de que, en ocasiones, algunos de sus cuadros fueron rechazados por quienes los habían encargado.
Utilizar el cadáver de una mujer ahogada en el Tíber para representar a la madre de Cristo, con el vientre hinchado y los pies mugrientos, fue algo que los carmelitas de la iglesia donde debía ser colgado no toleraron. Tras el rechazo a la obra, La muerte de la Virgen, Rubens aconsejó comprarla al Duque de Mantua para regalarla a Carlos I de Inglaterra. Actualmente es uno de los lienzos más famosos del Louvre.
De sacrílega y vulgar tacharon también su Madonna con el Niño y Santa Ana, encargada para un altar de San Pedro del Vaticano. La descolgaron al cabo de dos días. En la Iglesia de Santa María del Popolo se conservan dos de sus obras maestras, La crucifixión de San Pedro y La conversión de San Pablo, aunque se trata de dos telas que tuvo que repetir al ser rechazadas las primeras versiones que hizo, como un niño que hace mal los deberes.
Huida y muerte
Caravaggio podría haber sido durante muchos años un artista bien acomodado en la sociedad romana de su época, pero siempre fue un esclavo de su impredecible temperamento. El 6 de mayo de 1606 tuvo lugar el suceso que marcó el resto de sus días. En una pelea con casi una decena de hombres acabó asesinando a un tal Ranuccio Tomassoni. El pintor aún no había cumplido los 35 años cuando tuvo que huir de Roma. En Palestrina obtuvo la protección de la familia Colonna, para la que había pintado algunos cuadros en el pasado. Más tarde, sacó partido a su talento y reputación artística para recibir importantes encargos en Nápoles que le permitieron recuperar en parte la estabilidad. Pero su carácter violento —se cree que incluso pudo haber matado a otras dos personas— provocaron que tuviera que seguir huyendo.
De Nápoles fue a Malta, donde estuvo bajo la protección de los Caballeros de la Orden de San Juan. Incluso fue nombrado caballero por el gran maestre Alof de Wignacourt, a quien retrató. No tardó en ser desposeído del título y apresado por ofender a otro miembro de la orden. Escapó de nuevo, esta vez rumbo a Sicilia, donde siguió trabajando.
Al final llegaron rumores desde Roma de un posible indulto, conseguido por sus influyentes amistades. En el verano de 1610 embarcó en un viaje de regreso que no pudo completar. Hay quien adorna la historia —no se sabe bien hasta qué punto cierta— explicando que lo echaron del barco por polizón y tras haberse peleado con algún marinero, de modo que acabó desesperado sobre la arena de una playa viendo cómo la embarcación se alejaba con todas sus pertenencias. En cualquier caso, se acepta que murió a causa de fiebres —tal vez malaria— en la localidad toscana de Porto Ercole, posiblemente el 18 de julio de aquel 1610. Su cuerpo nunca se encontró. Hoy, cuatrocientos años más tarde, la ciudad que esperaba su llegada para perdonar sus delitos, se rinde a sus pies.
EXPOSICIONES EN EL AÑO CARAVAGGIO
Las antiguas caballerizas del Palacio del Quirinal, en Roma, han albergado durante el primer semestre del año la mayor exposición que se ha organizado nunca sobre la obra de Caravaggio. No por cantidad, pues al fin y al cabo constaba de 24 cuadros. Sin embargo, esa cifra representa aproximadamente la mitad de los autentificados, piezas maestras que por primera vez fueron cedidas por el Ermitage de Leningrado, el Museo Estatal de Berlín, la National Gallery de Londres, el Metropolitan de Nueva York y colecciones privadas. Junto al resto de pinturas que pueden verse habitualmente en las iglesias de Roma, en la capital italiana ha podido verse el 90% de la producción del artista. Sin embargo, esa exposición se cerró el 22 de junio.
El relevo lo ha tomado Florencia. Entre el 22 de mayo y el 17 de octubre, en la Galería de los Uffizi y la Galería Palatina del Palacio Pitti puede visitarse la muestra “Caravaggio y los Caravaggistas en Florencia”. Después de Roma, la ciudad toscana es el lugar donde en estos momentos puede admirarse el mayor número de pinturas tanto de Caravaggio como de seguidores en los que influyó su tratamiento de la luz y la oscuridad, así como su cruda forma de representar la realidad, artistas como Battistello Caracciolo, Artemisia Gentileschi, Theodoor Rombouts, Gerrit Honthorst, Bartolomeo Manfredi o José de Ribera.
Más información: www.firenzemusei.it

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Moisés no separó el Mar Rojo

Estudio revela que Moisés
“no separó el Mar Rojo”


22 de Septiembre de 2010

El cruce a pie del Mar Rojo descrito en las escrituras bíblicas pudo haber sido un fenómeno causado por fuertes vientos.
El cruce a pie de las aguas del mar Rojo descrito en las escrituras bíblicas pudo haber sido un fenómeno causado por fuertes vientos, según investigadores estadounidenses.
Simulaciones por computador realizadas por los científicos muestran como la fuerza del viento pudo haber creado un pasaje de tierra que habría permitido escapar a los israelitas guiados por Moisés de los soldados egipcios, tal como se describe en el libro del Éxodo.
"Las simulaciones encajan bastante con el relato", aseguró Carl Drews, del Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR por su sigla en inglés) de Estados Unidos, quien encabezó el estudio.
Los investigadores creen que un viento fuerte del este de unos 101 kms/h pudo soplar durante la noche, haciendo retroceder las aguas en una curva en la que se cree que un antiguo río se fundió con una laguna costera.
Con el agua retirada de ambos cauces, se habría abierto un pasaje de tierra por el que podrían haber escapado los judíos.
Una vez los vientos dejaron de soplar, las aguas volvieron a su cauce, cubriendo el pasaje.
"La separación de las aguas puede entenderse mediante dinámica de fluidos. Los vientos mueven el agua de una forma acorde a las leyes de la física, creando un pasaje seguro con agua a ambos lados y luego permitiendo abruptamente al agua volver", indicó Drews en un comunicado publicado en la página de internet del NCAR.
El estudio es parte de una investigación más amplia sobre la influencia de los vientos en el nivel de profundidad de las aguas, y en la que también se analiza cómo los tifones del Pacífico pueden crear marejadas.


Delta del Nilo
Para el estudio, publicado en la revista PLoS ONE, se modelaron diferentes localizaciones y profundidades de las avenidas de agua del Delta del Nilo que pudieron existir en la época de Moisés.
En el libro del Éxodo se describe cómo Moisés y los israelitas a los que guiaba fuera de Egipto, quedaron atrapados entre el ejército del faraón y el Mar Rojo o Mar de de los Juncos.
Entonces Dios dividió las aguas del mar por mediación de Moisés y de un viento del este que sopló durante toda la noche, permitiendo a los hebreos cruzarlo con seguridad.
Cuando los egipcios intentaron seguirles, las aguas volvieron a su cauce ahogando a los perseguidores.


Addendum a la Noticia:
Ahora los científicos tratan de explicar cómo los vientos de más de 100 kph que separaron las aguas no se llevaron a los israelitas a hacer parapente con sus indumentarias y “pudieron cruzar en forma segura” incluidos niños de poquísimos kilos de peso, animales, etc.

martes, 21 de septiembre de 2010

Elecciones Democráticas

Decir que las elecciones son democráticas, es faltar a la verdad.
El resultado de una elección ya no refleja la voluntad popular como hubiéramos querido que sea, o como suponemos que antes era.
Desde el advenimiento de las lucrativas empresas investigadoras de mercado o las llamadas encuestadoras de opinión, estas se han convertido en las líderes del sentir popular y decisorias en el resultado de una elección. Dictan cátedra de manipulación electoral. Y aunque no necesariamente con la intención de hacerlo, o si?.
No sé hace cuántos años iniciaron sus actividades y poco a poco fueron situándose, casi sin que nos diéramos cuenta, en alto grado de credibilidad con aproximaciones lindantes con la precisión (diferencia por décimas). Esto dio pié a que prácticamente el pueblo quechueslovaco los considere mas eficientes que el mismísimo Jurado Electoral y con anticipación a los hechos.
¿No hemos pensado, al realizarse el "Gran Debate" de los candidatos (debate solo de nombre porque no lo hubo realmente. Qué diferencia a los de antes, como el de Grieve con Bedoya, etc., en que sí eran reales debates y no este mamarracho en que hasta un candidato presentó como lo mejor de su campaña un helicóptero de juguete), repito, no hemos pensado para qué se presentaban los de nulas posibilidades?. Léase Lay, Alegría, Huevo Duro, etc?. Para qué gastan saliva si no tienen ninguna opción?. Es que nosotros lo sabemos porque hemos ya visto la película y aparentemente ellos no o se hacen los desentendidos. Sabrán que pierden el tiempo y el dinero en proseguir con su campaña por un cargo que no conseguirán?. Nosotros lo sabemos porque las encuestadoras ya nos lo han dicho y nos han servido en el plato solo dos candidatos. El resultado de todo esto es que, aun a sabiendas y con la seguridad que mi candidato es el mas idóneo para este cargo, no votaré por él, sino por la "menos mala" de las opciones ganadoras. Es eso democracia?. No me han dado la opción de votar por mi elección.
Democracia es permitir que las empresas encuestadoras sigan llenándose los bolsillos publicando anticipadamente los resultados de las próximas elecciones (porque son contratadas por los medios de comunicación). Pero también es democracia permitir que el electorado vote libremente por el candidato que prefiera, lo que significaría prohibir dictatorialmente que estas encuestadoras publiquen sus resultados. Y también las hay de las que manipulan los resultados, pues con el argumento que "eso es lo que el público ha respondido" no hay forma de censurarlas en su mal accionar y pueden engañar impunemente a todos.
Luego, hay alternativa?. Cómo se puede cocinar esto?.
Una fórmula sería impedir que se publique los resultados de éstas, no con una semana o quince días como es actualmente sino unos seis meses antes y que, en todo caso continúen con sus sondeos de opinión en forma privada, es decir trabajando para quienes contraten sus servicios, pero con el impedimento expreso de publicarlo en cualquier medio.
Así de paso mantendríamos el suspenso hasta el final y tendríamos un poco mas de circo, tan necesario como el pan para nuestro pueblo y nosotros mismos.
M @L@GNO

jueves, 16 de septiembre de 2010

REVELACION O MISTERIO? y Comentario

Por Mora Torres

A veces es más misteriosa la revelación que el misterio. Por eso también revelar es mitificar. Más digo callando; diciendo callo la mayor parte de las cosas.

Un silencio continuo no es misterioso, sólo es plomo y tedio.
El misterio es algunas palabras, no todas. Pero tampoco ninguna.

También es misterioso un largo poema, pero, ¡qué misterio es dar dos palabras y decir, por ejemplo,M’ilumino d’inmenso (me ilumino de infinito), como dice a veces Ungaretti.
Se parece de todos modos al azar, que navega y trae especies preciosas a la arena: una moneda de oro porque se hundió un barco hace 200 años y hubo diecisiete tormentas –fatales- pero azarosas.
También estamos hechos de azar. Los hechos de nuestra vida son como la moneda que los naufragios y las tormentas arrojan o no arrojan sobre la playa. Los libros, las visiones, son como la moneda o no-moneda.
Filtrar la realidad de su hojarasca para que en lo escrito lo que se muestre sea intenso (De la realidad virtual y el principio de realidad psíquica).

Pequeño relato, supuestamente escrito por la niña que fui
La hora de la siesta

La loca hora de la siesta
cuando se oyen los pasos
y el corazón está con su fantasma.

A la noche y con rayos, todo negro como el vestido de terciopelo de mi mamá, todo furioso y tempestuoso y con silencios y ruidos repentinos, quisieron hacerme creer que brotan los fantasmas.
No digo que algunas veces no sea así, a cualquier hora, cualquier día, pueden aparecer, pero porque soy chica -parece ser que hay un momento en la vida de los adultos en que ellos olvidan para siempre determinadas cosas de cuando fueron chicos- sé perfectamente que la hora propicia, que la hora redonda que los deslumbra y los atrae es la hora de la siesta.
Cualquiera estará de acuerdo conmigo si es un niño y ha pasado alguna temporada con primos, en el campo o en una quinta, como yo. Casi puedo decir que los fantasmas de la siesta son fantasmas de campo, terriblemente tímidos y frecuentes, serviciales a veces y muy buenos jinetes.
Un día estábamos en la galería de la casa-quinta de mi tío María Isabel, Valeria y yo jugando a las cartas cuando yo dije: “corto”, y en ese mismo momento Valeria, que era la más pequeña, pegó un grito espantoso y se puso a llorar. Isa y yo supusimos que era por el diente flojo, que se le habría caído.
Hacía unos días que andaba con el problema y era el primero, por lo demás, así que, bastante mayores que ella, la comprendíamos, aunque de vez en cuando nos hubiera gustado darle un tirón y arrancárselo de repente, de cuajo, de inmediato.
Pero era la hora de la siesta, la respetable hora de la siesta en verano, en el campo.
Venía desde afuera un calor embalsamado con perfume de miel y de limones: era agridulce por lo tanto el calor, daban ganas de asaltar la cocina y comerse lo que sobró del postre, revisar los objetos de un viejo cajón, mirar las fotos de un álbum polvoriento y bastante prohibido porque se desintegraba de sólo tocarlo, jugar con la caja de herramientas tan anaranjadas y brillosas, y al momento daban ganas de no hacer nada de esto, ni siquiera de jugar a las cartas.
Venía desde adentro el silencio fresco de las casas de campo ventiladas anticipadamente para poder dormir la siesta, luego encerradas en la mayor oscuridad; y pequeños silbidos y ronquidos a coro, apagados por las puertas añosas bien cerradas.
Valeria dijo algo que no alcanzamos a entender primero, y que después pudimos, aterrorizadas, traducir:
“Me miró, me miró desde afuera y se llevó mi diente”.

Comentario
José Itriago
Un silencio continuo es plomo y tedio. Pero ¿qué es continuo?. Excluyendo la muerte como respuesta aparente (no creo que exista tedio en la muerte, mas si plomo), se hace difícil definirlo. Así pensaba mientras me imaginaba viendo la tierra y luna desde Mercurio (¿porqué no se dirá “el mercurio” y si “la luna” y “la tierra”). Debe ser un silencio total y me sentí parte de ese intangible espacio sideral, surcado a veces y de manera repentina por feroces meteoros, más feroces por su silencio que por su enorme capacidad de daño. De aquí podíamos inferir varias metáforas y consejas, como “me gusta cuando callas porque estás como ausente” o aquella más prosaica de que perro que ladra no muerde; o que los ladrones son silenciosos, sólo se dejan oír al momento del desastre, o que quien explica pasa a ser un tonto con demasiada facilidad, mejor callarse y que los demás supongan.
Como el silencio es atributo exclusivo de nosotros los que tenemos atmósfera y oídos, el continuo de tedio y plomo es casi humano y no podrá ser más largo que la vida, pensé. Nadie puede referirse a los continuos del arcano, sino a los nuestros, limitados a menos de 100 años, quizás mucho menos. Un continuo puede, para algunos, ser apenas cosa de horas y para otros decenios. Pero desde Mercurio, la tierra y la luna se ven apenas como dos puntos más, insignificantes, minimizadas por las magnitudes celestiales y por el silencio total. Dos puntos más entre tantos que hay en la bóveda celestial. Aquí el continuo tiene dimensiones milenarias, al menos así debemos suponerlo, aunque ninguno pueda testificarlo, ni toda la humanidad, que abarca apenas algunos decenios de miles de años. Fue cosa grande que hubiéramos sido formados con oídos, porque si no, nos imaginaríamos la tierra como parte del silencio sideral.
En el llano, frente al horizonte infinito, uno no siente los otros sonidos porque se hacen parte del paisaje. Puede que una guacharaca esté cantando por allá y más allá otra le conteste, puede que algún pájaro silbe algo, a lo mejor nuevo, diferente, como ensayando un nuevo trinar y uno indiferente, ni aprueba ni desaprueba, simplemente sin oírlo, porque es paisaje. Los trinos son paisaje, los mugidos son paisaje, los gruñidos nocturnos, incluso los rugidos, son paisaje. Por eso será que los animales se empecinan en decir siempre lo mismo y de la misma forma. ¿Para qué cambiar? Dirán ellos, sabiendo, como saben, que no nos percataremos de esas sutilezas. Un turpial siempre canta turpial y es paisaje o de llano abierto o de casa vieja, con sus jaulas y sus pájaros.
Entonces, cuando cae el sol y uno ve la puesta en la distancia, de dorado intenso, pasando a rojo, después como una placa oxidada detrás de los cujíes, uno siente ese silencio. Quizás a lo lejos, también como paisaje, oiga el ajetreo de una cocina que ya empieza a pilar el maíz o el de algún muchacho arriando algún ternero despistado, pero no es con uno. Tampoco rompe el silencio que te llamen a comer , en realidad no te están diciendo nada, el silencio sigue; ni lo rompe que te pidan que pases el la mantequilla o el queso, no, no te quieren decir nada y uno tampoco, uno se anuda a su silencio y pasa y pide cosas, pero no dice nada, Cuando los demás se vayan a acostar y a alguien, por extrañas circunstancias, se le ocurriera pregunta qué dijo José, todos dirían; nada. Y sería verdad. El silencio no se rompe con la bulla. No, el silencio es algo íntimo que se interrumpe sólo cuando alguien penetra en esa esfera.
El cuervo de Edgar, que en la tosca medianoche cuando en tristes reflexiones, sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones Inclinaba somnoliento la cabeza con incierta mano tímida interrumpe para después romper el silencio con un “nunca más” tan denso como el plomo. La noche llena de la música de las alas de José Asunción se queda en silencio absoluto, cuando por la misma senda su sombra, por los rayos de la luna proyectada, iba sola, iba sola, iba sola por la estepa solitaria. Sin embargo oiría los grillos, los perros, las ranas y quien sabe que más, que estaban allí solamente para que sintiera el verdadero silencio, el de la soledad. Ya no oía la música de las alas. Y ese silencio si es de plomo.
Sigo viendo la tierra y la luna desde Mercurio. Asombra que seamos tan prepotentes, siendo tan insignificantes en el universo. Pero todavía los veo, o nos vemos, estamos, somos, aferrados a nuestro silencio, al silencio que no queremos y no podemos compartir porque nos dispersaríamos como cola de cometa vista de cerca: unas piedras por aquí, otras por allá y nada más.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Sin Noticias de Dios

La polémica continúa. Hace unas cuantas décadas, en una carta a su colega Niels Bohr, Albert Einstein afirmó que ``Dios no juega a los dados''. No era la primera vez que utilizaba esa metáfora. Bohr le respondió que dejara de decirle a Dios lo que debía hacer. Einstein ponía en duda la incertidumbre en el comportamiento de la materia que postulaba la física cuántica. No había nada errático o aleatorio. Simplemente, no conocíamos las variables ocultas. Luego agregó: ``A través del universo incomprensible se manifiesta una inteligencia superior infinita''.
Einstein estaba entre los genios persuadidos de que había un ``gran diseño'' tras la Creación. Stephen Hawking, el gran físico británico, junto al no menos brillante Leonard Mlodinow, acaban de negar esa posibilidad en un libro que estimulará una enorme (y bienvenida) discusión. Se titula, precisamente, The Grand Design (El gran diseño) y, a juzgar por los cables, postulan que las pruebas que aporta la Física actual demuestran que Dios, esa inteligencia superior a que aludía Einstein (y Aristóteles, y Newton), no existe. El universo se rige por leyes que nada tienen de divinas y la materia se transforma en el tiempo como consecuencia de fenómenos que ocurren sin que exista un plan o una voluntad superior. No sólo Dios no existe, sino que los dados juegan solos, impulsados por una fuerza ciega e inconsciente que lo mismo ha generado la existencia de la vida --la nuestra y la de los 208 virus del catarro--, que provoca ciclones, expande las galaxias en el espacio y crea universos incesantemente.
En realidad, Hawking y Mlodinow tampoco demuestran nada de una manera definitiva. Afirmar que Dios no existe, pero sí existe la Ley de gravedad o la selección natural de las especies, nos precipita inmediatamente a una pregunta: ¿y de dónde salieron esas leyes? ¿Por qué la luz viaja a una velocidad constante? ¿Cómo y cuándo se forjaron las reglas que afectan a la materia y a la vida? De acuerdo: hace unos cuantos miles de millones de años se produjo el Big-Bang, la gran explosión primigenia que dio origen a nuestro universo (parece que hay otros), pero ese fenómeno sucedió con arreglo a unas leyes pre-existentes: ¿cómo se formularon? Hay, claro, una respuesta perfecta que es, también, una perfecta tautología: la materia sólo puede existir si hay leyes que le dan forma. La existencia de moléculas y de un mundo subatómico presupone un orden. La materia, afirman, y las leyes que la gobiernan, han existido siempre. No obstante, esas reglas que han existido siempre, no se aplican rígida y uniformemente. En el universo no hay una inevitable relación causa-efecto: el azar juega un papel central en los cambios materiales.
Mi impresión es que si bien el primer libro de Hawking, Una breve historia del tiempo, publicado en los años ochenta, donde admitía la posibilidad de la existencia de Dios, reforzó el bando de los creyentes en el mundo académico, éste de ahora, más que aumentar el número de los ateos, reforzará el de los agnósticos, ese creciente porcentaje de personas escépticas, melancólicamente incapaces de asegurar ni de negar la existencia de Dios porque carecen de elementos de juicio para emitir una opinión definitiva basada en la razón, mientras tampoco gozan de las certezas que emanan de una fe religiosa.
i esa es la consecuencia de The Grand Design, bienvenida sea. En un mundo tensado por los fundamentalismos religiosos, en el que abundan los gobernantes y líderes políticos convencidos de que conocen las intenciones de Dios, lo que los hace peligrosamente belicosos, es muy saludable que proliferen quienes, humildemente, declaran no saber casi nada. Lamentablemente, sigue siendo cierta la frase de Bertrand Russell, el más notable de todos los agnósticos contemporáneos: "cuanto más intensa ha sido la religión en un período cualquiera y más profundo ha sido el pensamiento dogmático, tanto mayor ha sido la crueldad".


miércoles, 1 de septiembre de 2010

A propósito de la Letra A

por Javier Tomeo

Mi buen amigo Ramón me confiesa esta tarde de primavera —y lo hace, además, sin demostrar la menor preocupación por lo que yo pueda pensar luego a propósito de su salud mental— que la letra A (tanto en su versión mayúscula como minúscula) le ha parecido siempre una palabra soberbia y altanera, que camina entre las otras letras del abecedario con la barbilla ligeramente levantada y una sonrisa desdeñosa en los labios.
No vale la pena que le recuerde que las letras no pueden sonreír y que ni siquiera tienen labios para hacerlo. Mi amigo Ramón (que un día iba para poeta y que, por fortuna para la poesía, se quedó en la estacada), es un hombre muy imaginativo que puede ver convertido en realidad todo lo que sueña por las noches y que, para conseguirlo, es capaz de inventarse un mundo a la medida de sus fantasías. Muevo la cabeza, como si me tomara muy en serio lo que acaba de decirme, y al cabo de un momento, siguiéndole la corriente, le digo que, tal vez, la letra A se muestre ante las otras letras altanera y engreída, no solamente por ser la primera del abecedario en general, sino también por ocupar la primera posición en la lista de las vocales.
—Tú sabes que en este mundo yo nunca he sido el primero en nada —observo, para dar más verosimilitud a mi respuesta—, pero creo que esa circunstancia imprime carácter.
Luego, para redondear la cosa, le digo también que, aparte de todo, la letra A es también protética, y que esa circunstancia debe de tener su importancia a la hora de configurar la idiosincrasia de cualquier letra.
—No todas las letras son protéticas —puntualizo—. Ni mucho menos.
Ramón se disculpa con una sonrisa. No sabe qué significa el adjetivo protético —sólo conoce la primera acepción de la voz prótesis, que significa reparación artificial de un órgano o de parte de él— y le explico que la palabra protética deriva de la prótesis y que, en su segunda acepción, es un metaplasmo que consiste en añadir una o más letras del principio de un vocablo, para denotar derivación. Le explico todo eso lentamente, vocalizando con exageración, para que me entienda sin problemas, pero puedo ver fácilmente —me lo dicen sus cejas alzadas y su boca entreabierta— que no ha comprendido ni una sola palabra de lo que acabo de decirle.
—Ahí tienes, por ejemplo, acariciar, que quiere decir hacer caricias —le explico, armándome de paciencia—. O incluso a-caramelado, que significa que algunas cosas tienen cualidades del caramelo.
Ramón sigue sin entender nada —sus cejas no han recuperado su posición normal y su boca sigue entreabierta— pero entorna los párpados y afirma varias veces con la cabeza. Una cabeza, por cierto, que cada día que pasa me parece más grande.