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jueves, 28 de octubre de 2010

Sesenta en el XXI

SESENTA EN SIGLO XXI

Si miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja  social que antes no existía: la gente que hoy tiene alrededor de  sesenta años.   Es una generación que ha pateado fuera del idioma la palabra "sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales el hecho de envejecer.

 Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la "adolescencia", que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del siglo veinte para dar identidad a una masa de niños desbordados en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.

 Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria.  Son hombres y mujeres independientes  que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura rioplatense le dio durante  décadas  al concepto del trabajo.  Lejos de las tristes oficinas de J.C. Onetti o Roberto Arlt, esta gente buscó y encontró hace mucho la  actividad que más le gustaba y se ganó la vida con eso.  Supuestamente debe de ser por esto que se sienten plenos...algunos ni sueñan con jubilarse.

 Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante. Esta mujer pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo y en determinado momento de su juventud en el que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad.  Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras, otras eligieron tener hijos, otras fueron periodistas, atletas, o crearon su propio "YO S.A.".  Pero cada una hizo su voluntad.

 Reconozcamos que no fue un asunto fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente.  Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo;  la gente de sesenta maneja la compu como si lo hubiera hecho toda la vida.  Se escribe, y se ve, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar con sus amigos y les escriben en e-mail sus ideas y vivencias.
 Por lo general están satisfechas de su estado civil y si no lo están, no se conforman y procuran cambiarlo.  Raramente se deshacen en un  llanto sentimental.  A diferencia de los jóvenes; ellos conocen y  ponderan todos los riesgos.  Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona y toma nota, a lo sumo.
 La gente grande comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en  retirada.  Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo...Ellos no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas sueñan con tener la figura tuneada de una vedette.  En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia.

 Hoy la gente de 60, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la  juventud, pero sin nostalgias, por que la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben.

 La gente de 60 de hoy, celebra el sol cada mañana  y sonríe para sí misma muy a menudo...Quizás, por alguna razón secreta que sólo saben y  sabrán los de sesenta en el siglo XXI.

 ANÓNIMO

martes, 19 de octubre de 2010

El Capitalismo salvó a los Mineros

Por Daniel Henninger 

Hay que decirlo. El rescate de los mineros chilenos es una enorme victoria para el capitalismo de libre mercado.
Entre la ilimitada alegría humana por el rescate de los mineros, puede parecer maleducado decir algo así. Es maleducado. 
Son tiempos maleducados, y lo que está en juego es mucho.
En Estados Unidos, con una tasa de desempleo del 9,6%, un electorado notablemente molesto acudirá a las urnas dentro de poco y rechazará a un partido político a favor de otro. El presidente de Estados Unidos hace campaña por todo el país haciendo el mismo comentario en casi todas partes:
"La idea básica es que si tenemos una fe ciega en el mercado y dejamos que las corporaciones hagan lo que quieran y dejamos que los demás se las apañen por su cuenta, entonces América de alguna manera va a crecer y prosperar automáticamente".
Sí claro. Ésta es una caricatura de la idea básica, pero básicamente es correcta. Pregúntenselo a los mineros.
Si estos mineros hubieran estado atrapados a 700 metros de profundidad hace 25 años en cualquier sitio del planeta, estarían muertos. 
¿Qué pasó en los últimos 25 años que significó la diferencia entre la vida y la muerte para esos hombres?
La respuesta corta: el cabezal del taladro de Center Rock.

.Ese es el taladro milagroso que llegó hasta los mineros atrapados. 
Center Rock Inc. es una compañía privada de Berlin, Pensilvania, con 74 empleados. 
La perforadora que usó el taladro fue construida por Schramm Inc. en West Chester, Pensilvania. 
Al tener conocimiento del desastre, el presidente de Center Rock, Brandon Fisher, llamó a los chilenos para ofrecer su taladro. 
Chile aceptó. Los mineros están vivos.
La respuesta larga: El taladro de Center Rock, hasta este momento no mostrado aún en sitios web como Engadget o Gizmodo, es de hecho una resistente pieza de tecnología desarrollada por una pequeña compañía que está en el negocio para hacer dinero, para obtener ganancias. 
Por eso innnovaron en la perforación con martillos. Si hacen dinero, pueden hacer más innovaciones.

Esta dinámica entre innovación y ganancias está por todas partes en la mina chilena. 
El cable de alta resistencia que giraba alrededor de la rueda colocada sobre esa simple plataforma es alemán. 
Japón proveyó el cable de fibra óptica superflexible que unía a los mineros con el mundo exterior.
Un destacable artículo del periodista del Journal Matt Moffett era un compendio de las sorprendentes cosas que aparecieron en el desierto de Atacama desde las distantes esquinas del capitalismo.
Samsung, de Corea del Sur, proveyó un teléfono celular que tiene su propio proyector. Jeffrey Gabbay, el fundador de Cupron Inc. en Richmond, Virginia, entregó medias hechas con fibra de cobre que consumían las bacterias de la comida y minimizaban los olores y las infecciones.
El ministro de Salud de Chile, Jaime Manalich, dijo "Nunca me había dado cuenta que esas cosas realmente existían".
Así es. En una economía abierta, usted nunca sabrá que hay por ahí en la vanguardia del desarrollo de esta u otra industria. Pero la realidad detrás de los milagros es la misma: alguien innova con algo que es útil, gana dinero con ello y vuelve a innovar o alguien diferente supera ese invento. La mayor parte del tiempo, nadie lo nota. Todo lo que esto hace es crear empleos, riqueza y bienestar. 
Pero sin este sistema funcionando en el trasfondo, sin el progreso que año tras año se asienta en esas innovaciones capitalistas, esos mineros atrapados estarían muertos.
Algunos pueden disgustarse por estos triunfalistas comentarios sobre el capitalismo de libre mercado. ¿Porqué hacerlos ahora?
Aquí está el porqué. Cuando una catástrofe como ésta ocurre —otras que vienen a la mente son la explosión del pozo marino de BP, el huracán Katrina, varios desastres en China— los gobiernos ponen todas sus fichas en el medio de la mesa. Chile tiene éxito (se reconstruyó tras el terremoto de febrero a una velocidad fenomenal). China tropieza. Dos administraciones estadounidenses dejan al público ansioso a medida que se tambalean tratando de salir del lío.
Aún así, lo que la clase política entiende es que todos estos desastres se diluyen finalmente y que la vida en un país desarrollado vuelve a una normalidad tolerable. Si la administración Obama se niega a completar los acuerdos de libre comercio con Colombia, Corea del Sur y Panamá, no pasa nada. Es solamente política.
Pero eso no es verdad. Enderezar la economía de un país es más importante ahora que en ningún otro momento desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Chile, Colombia, Perú y Brasil se están adelantando al resto de sus desventurados vecinos sudamericanos. China, India y otros están simplemente copiando o comprando los logros de Occidente.
Estados Unidos tiene un gobierno guiado por una mentalidad obsesionada por los millonarios y dado a burlarse de "nuestra ciega fe en el mercado". En un mundo que se mueve a gran velocidad, lleno de países que quieren alcanzarnos o superarnos, este tipo de política es una perdida de tiempo.
El rescate de los mineros es un momento emocionante para Chile, una demostración de su creciente estatus. Pero estoy pensando en ese equipo de 74 personas, en Berlín, Pensilvania, cuyo taladro abrió la tierra para liberar a los mineros. 
Usted sabe que hay decenas de miles de historias como ésta en Estados Unidos tan grandes como Google y pequeñas como Center Rock. 
Me alegro que una de ellas ayudó a salvar a los chilenos. 
Lo que se necesita ahora es un nuevo modelo económico estadounidense que permita a nuestros innovadores rescatarnos al resto de nosotros.

domingo, 17 de octubre de 2010

Rescate Exitoso de los 33 mineros en Atacama

Escribe: Gustavo Coronel

Geólogo Venezolano


El aporte tecnológico y humano estadounidense al rescate de los mineros chilenos



                                     33 vidas salvadas gracias a la cooperación internacional. 

Gracias a mi amigo Humberto Seijas Pittaluga, mina inagotable de información, hemos obtenido esta lista de los aportes hechos por la tecnología y esfuerzo humano de los estados Unidos en el salvamento de los 33 mineros chilenos. Esto aporte extraordinario no disminuye el mérito chileno sino que refuerza el concepto de interdependencia y solidaridad internacional que debe privar en la comunidad global frente a los infortunios. Una lección para quienes piensan que lo pueden hacer solos. 


La empresa Schramm, de Westchester, Pennsylvania, construyó las perforadoras y el equipo usado para llegar al sitio donde se encontraban los mineros. 

La empresa center Rock, también de Pennsylvania, manufacturó las mechas de perforación.


La empresa UPS hizo llegar las 13 toneladas de equipo desde Pennsylvania hasta Chile en menos de 48 horas


Equipos humanos de la empresa Layne Christensen de Wichita, Kanas y de su filial Geotec Boyles y hermanos operó los taladros y la maquinaria para llegar al sitio y amplió el diámetro del hueco para hacer posible el salvamento

El Sr. Jeff Hart, de Denver, Colorado, fue llamado urgentemente desde Afganistán, donde se encontraba perforando pozos de agua, para liderar el equipo de perforación que llegó al sitio.

La empresa Minera y de Construcción Atlas Copco, de Milwaukee, Wisconsin, aportó la asesoría para el uso óptimo de los diferentes equipos en las condiciones existentes. 

La empresa Aries Central de Fresno, California diseñó las cámaras especiales que se bajaron por el hueco para transmiir imágenes de los mineros hasta la superficie. 


La empresa Tecnológica Zephyr, de Annapolis, Maryland, manufacturó los sensores que usaron los mineros para medir sus signos vitales durante el ascenso

Los ingenieros de la NASA diseñaron la cápsula FENIX que trajo a los mineros y rescatistas a la superficie y aportó la asesoría médica, las dietas especiales y trajes SPANDEX que mantuvieron la tensión arterial de los mineros bajo control durante su ascenso. 

La empresa de perforación Drilling Supply, de Houston, Texas, también participó.

La empresa Canadiense Precision Drilling Corp. y la empresa Surafricana Murray y Roberts perforaron huecos de contingencia en el caso de que fallase el principal. 

Gracias a los héroes que se han mantenido anónimos. 

miércoles, 13 de octubre de 2010

La Fiesta del Chivo y el Premio Nóbel

viernes 8 de octubre de 2010

Escribe: Dante Castro Arrasco

LA FIESTA DEL CHIVO Y EL PREMIO NOBEL


Mario Vargas Llosa ha ganado el Premio Nobel de Literatura después de postular a él por más de 30 años. Durante tres décadas los medios de la derecha llenaron cuartillas quejándose porque le denegaban este galardón por razones ideológicas. Hubo incluso quienes decían que la academia sueca sólo premiaba a los “escritores rojos”. Hoy la algarabía desatada por entusiastas ingenuos puedo interpretarla como un mecanismo de compensación en la conciencia colectiva de un país que no clasifica ni para el Mundial de fútbol y hasta le roban las elecciones. Una mayoría ciertamente desmemoriada y con ganas de celebrar algo, aunque sea irreflexivamente.

El Premio Nobel no es solo un premio a las virtudes literarias. Se trata de premiar con él al escritor que ha contribuido mediante una obra monumental y de excelente calidad, al desarrollo de la conciencia humana. Está entonces de por medio no sólo la calidad literaria, sino también la significación de la obra. El qué se dice es más importante del cómo se dice. Por lo tanto, el Nobel no es una glorificación del significante, sino del significado.

Considero que Vargas Llosa debió ganar el Nobel en 1971. Había conseguido su máximo nivel de producción y contribuido a un cambio decisivo en la literatura latinoamericana. Era el escritor crítico del poder que además revolucionaba la estructura narrativa, llevando a sus máximos niveles la incorporación de técnicas literarias antes desconocidas en nuestra tradición novelística. Ésa fue su primera y brillante etapa.

Escribió el libro de cuentos “Los jefes” en 1959 ganando el Premio Leopoldo Alas y le permitió viajar a Europa por primera vez. Su novela “La ciudad y los perros” obtuvo el Premio Biblioteca Breve en 1962, el Premio Internacional de la Crítica en 1963 y fue traducida a más de veinte lenguas. En 1966 aparece su segunda novela “La casa verde” que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica en 1966 y el Premio Rómulo Gallegos en 1967. Ese mismo año publica la noveleta “Los cachorros” y en 1969 aparece su novela de máximo rigor literario “Conversación en la catedral”. En 1971 publica un estudio sobre la obra de su colega y amigo de entonces “Gabriel García Márquez: historia de un deicidio”.

Desde 1967 sus relaciones con la revolución cubana entran en crisis y sus convicciones ideológicas, también. Ese mismo año, Aideé Santamaría, fundadora de Casa de las Américas, le solicitó a Vargas Llosa la donación del dinero del premio Rómulo Gallegos a la causa de Ernesto Che Guevara, quien ya estaba luchando en Bolivia. El hasta entonces camarada y hermano de la Cuba revolucionaria, se niega a hacerlo, a pesar de que Aideé le promete la devolución del importe con tal de que su gesto enaltezca la campaña guerrillera del Che. La ruptura entre el autor y Casa de las Américas completaría un extenso dossier de cartas y artículos que van señalando su personal y subjetivo proceso de renuncia al socialismo. Este proceso se da por etapas y culmina en 1971, cuando después de haber publicado el mejor análisis de la obra de García Márquez, termina liándose a golpes con el autor de “Cien años de soledad”. La sanción también fue subjetiva: Vargas Llosa le quitó a las editoriales el derecho de seguir publicando “Historia de un deicidio”, veto que él mismo ha levantado recientemente en el 2008.

La segunda etapa fue de involución. Hay una merma en sus virtudes literarias que se nota en la producción de novelas carentes de significación. Los temas trascendentales cedieron el paso a la banalidad al mismo tiempo en que Vargas Llosa manifestaba su ajenidad con las reivindicaciones sociales de los olvidados y olvidaba su vocación crítica frente a los dueños del poder. 

CUANDO LO BANAL SE CONVIERTE EN MERCANCÍA

El ciclo de la banalidad empieza con “Pantaleón y las visitadoras” (1973); “La tía Julia y el escribidor” (1977), las piezas teatrales “La señorita de Tacna” (1981) y “Kathie y el hipopótamo” (1983). “Pantaleón” es una novela intrascendente por su temática, hecha para el solaz de señoras de clase media alta que querían leer historias de putas. “La tía Julia” tiene méritos estructurales que son dignos de encomio, a no dudarlo, pero se empantana en la anécdota periodística vivencial y en el amor defraudado a su tía y ex esposa. Las dos obras teatrales nombradas, son brutales naufragios.

Continúa este ciclo con “La guerra del fin del mundo” (1981) echando mano inescrupulosamente a las obras de Joao Guimaraes Rosas y Euclides Da Cunha, razón por la cual no fue bien recibida por los brasileños. “Historia de Mayta” es una pésima novela donde busca retratar el fenómeno subversivo mediante una interpretación ajena a la realidad peruana. Se buscaba una gran novela sobre la subversión, muerto quien la prometía: Manuel Scorza (accidente aéreo de Barajas, 1983). Así lo dice Miguel Gutiérrez: “Historia de Mayta pudo ser esa novela si su autor hubiese podido dominar los demonios de rencor que lo impulsaron a escribirla”. 

Luego prosigue con “El hablador” (1987), novela prometedora hasta que el lector se tropieza con la confesión vivencial extraliteraria de su autor. Y vendrá un fiasco brutal: “Elogio de la madrastra” (1988). “Lituma en los Andes” (1994) sólo es una descarga de sus demonios de rencor contra el pueblo peruano. Cuando escribe “La fiesta del chivo” (2000), novela antidictatorial sobre el periodo del dictador Trujillo, en República Dominicana, difícilmente era concebible en un país donde la novela sobre el trujillismo había sido el objeto literario de más de 30 autores. Acoto lo siguiente: jamás la hubiera hecho sobre Somoza en Nicaragua o sobre Pinochet en Chile.

EL NUEVO RAVINES Y SUS DEMONIOS DE RENCOR

Fue un periodista anticomunista mordaz e incisivo, superando con creces a Eudocio Ravines. Elogió el milagro económico de Pinochet, no escatimó reconocimientos a la dictadura de Videla en Argentina y se puso al servicio del segundo belaundismo en el Perú, presidiendo la Comisión Investigadora del caso Uchuraccay que absolvió de culpas a los militares que ordenaron la masacre de ocho periodistas en esa comunidad ayacuchana. El estado israelí pagó sus simpatías con el sionismo otorgándole el Premio Jerusalen. Regresó al Perú para capitanear la campaña derechista contra la estatización de la banca en 1988, la misma que fue antesala de su campaña electoral para la presidencia en 1990. El voto popular buscó un candidato alternativo y creyó encontrarlo en un ingeniero nisei, Alberto Fujimori, que prometía no aplicar el shock económico, al cual Vargas Llosa era adicto. De modo que el voto por Fujimori no fue más que un voto contra la plutocracia, que al ganarle la plaza generó una reacción infantil en el perdedor: demolió su residencia de Barranco y optó por la ciudadanía española, diciendo que el error de nuestras naciones fue haberse independizado de España.

Aclaramos que la pataleta era sólo una simbólica ruptura: La nacionalidad española no es excluyente de la nacionalidad peruana. Se puede tener ambas. Pero en el contexto, tenía otro significado. Ése significado puede verse con mayor claridad en sus obras siguientes: “El pez en el agua” (1993) y “Lituma en los Andes” (1994). En la primera hace una descalificación del Perú a partir de su frustración electoral, empezando por un parricidio contra su padre biológico: “…la verdadera razón del fracaso matrimonial no fueron los celos ni el mal carácter de mi padre, sino la enfermedad nacional por antonomasia, aquella que infesta todos los estratos y familias del país y en todos deja un relente que envenena la vida de los peruanos: el resentimiento y los complejos sociales”. El problema racial en el Perú era la causa de su derrota electoral. Y ya lo venía anticipando en la primera página de su novela “El hablador” (1988): “Vine a Firenze para olvidarme por un tiempo del Perú y de los peruanos y he aquí que el malhadado país me salió al encuentro esta mañana de la manera más inesperada”.

Convertido en intelectual orgánico del neoliberalismo, seguía postulando al Nobel, pero nunca antes estuvo tan lejos de ganarlo por las razones explicadas. 

PARRICIDIO Y SEPULTURA INCONCLUSA DE LA NARRATIVA ANDINA

En Madrid, 2005, estalló una polémica entre escritores peruanos que prosiguió en los medios de prensa locales. Vargas Llosa inauguró el encuentro de escritores de Madrid celebrando que por fin la literatura peruana estaba libre de condicionamientos indigenistas, neoindigenistas y reivindicaciones sociales. No sabía que el 60% de escritores invitados eran andinos. Un optimista redactor de Caretas dijo: “antes los escritores eran hijos de José María Arguedas, pero ahora todos somos hijos de Vargas Llosa”. Por supuesto, le salimos al frente.

Vargas Llosa dice en “Historia de un deicidio” y lo reitera en “El pez en el agua”, que el joven escritor necesita surgir a través de un parricidio, del asesinato del padre literario de la generación anterior. Esta intención, que no es patrimonio de todos los escritores, se revela en su descalificación constante de la vida y obra de José María Arguedas. El 24 de agosto de 1977 asume como miembro de la Academia Peruana de la Lengua y su discurso fue: “José María Arguedas, entre sapos y halcones”. Por más elogiosa que fuese la forma, el contenido apunta a un solo fin: Arguedas ficcionalizó una sierra que no existe. La mentira se convirtió en realidad gracias a la literatura. Esta descalificación coincide con el juicio que un grupo de intelectuales hizo a Arguedas en su último año de vida. El autor de “Todas las sangres” escribió dos documentos a favor de su verosimilitud: “¿He vivido en vano?” y “No soy un aculturado”.

Ya en “El pez en el agua”, p. 345, Vargas Llosa hace la descarga completa: “Desde entonces odio la palabra “telúrica”, blandida por muchos escritores y críticos de la época como máxima virtud literaria y obligación de todo escritor peruano. Ser telúrico quería decir escribir una literatura con raíces en la tierra, en el paisaje natural y costumbrista y preferentemente andino, y denunciar al gamonalismo y feudalismo de la sierra, la selva o la costa, con truculentas anécdotas de “mistis” (blancos) que estrupaban campesinas, autoridades borrachas que robaban y curas fanáticos que predicaban resignación a los indios.” (…) “La palabra telúrica llegó a ser para mí el emblema del provincialismo y el subdesarrollo en el campo de la literatura…” (…) “…ese desprecio folklórico por la forma…”.

En “La utopía arcaica, José María Arguedas y las ficciones del indigenismo” (1996), desde el rótulo manifiesta la intención del sepulturero que evidenció en su discurso de Madrid, 2005. El presente artículo no pretende un extenso análisis de dicha obra crítica. Sólo nos basta una cita: “Lo cual no significa que los escritores peruanos dejen de escribir sobre temas andinos o que desaparezcan los indios en la literatura peruana. (…) Las excepciones -las hay- son de escasa significación literaria y, hasta ahora al menos, están allí sólo para confirmar la regla”. (p.175)

En un contexto histórico de grandes enfrentamientos entre comunidades campesinas y empresas mineras, con el saldo mortal de Bagua, que incluye a las naciones amazónicas, sigue produciéndose aquella literatura que pretende sepultar Vargas Llosa. Y no es “de escasa significación literaria”. Para no enumerar una larga lista de escritores, que no son “excepciones”, reduzco el comentario a la exitosa carrera narrativa de Sócrates Zuzunaga Huaita, ayacuchano, quechua hablante, ganador del concurso COPE de novela y antes ganador del Premio de Novela Quechua, de la UNFV. Digo bien: entre otros…

UNA LÁPIDA ELEGANTE Y UNA ENORME FOSA COMÚN

“La utopía arcaica” es una lápida elegante para sepultar a José María Arguedas, reconociéndole méritos y elogiando virtudes, pero sentenciando su validez y verosimilitud como testimonio de las luchas de “los de abajo”. Los encomios sólo pueden sorprender a incautos, mas no a quienes leen este ensayo atendiendo a su verdadero objetivo.

La novela del desquite por el fracaso electoral de 1990, fue “Lituma en los Andes” (1994). Si de algo culpó Vargas a la literatura indigenista o telúrica, fue de haber impuesto una ficción que no se correspondía con la realidad. Pero él mismo lleva este defecto a sus máximos desvaríos en “Lituma”. El poblador andino es representado en una barbarie lombrosiana indemostrable por la más burda constatación. No ficcionaliza literariamente sobre el mundo de los pobres, sino que lo caricaturiza. Desconoce incluso detalles elementales de las manifestaciones culturales del mundo andino, pero le inventa horrores que no tiene. Esta novela, escrita con todos los demonios de rencor que señalaba Miguel Gutiérrez al valorar “Historia de Mayta” (1985), es una gigantesca fosa común en la cual pretende sepultar vivos a los “incivilizados” que no le otorgaron el voto en 1990.

Las reales fosas comunes donde fueron sepultados cientos de comuneros andinos durante la sangrienta campaña antisubversiva (1980-2000), no figuran en su narrativa. Como dijo el actual mandatario peruano, son ciudadanos de tercera categoría. Entendemos su preocupación por el Museo de la Memoria y su renuncia, para que luego caiga en manos de uno de sus más entusiastas seguidores, como un tributo a su tercera etapa: la del que quiere ganar el Premio Nobel en el invierno de su existencia. En función de ese objetivo interpretamos su reformulación del problema palestino y sus tardías críticas al genocidio sionista. Al Nobel no se podía llegar sin enmendar ese curriculum que lo distanciaba de la defensa de los derechos humanos y lo aproximaba expresamente a las dictaduras de derecha y a las seudo democracias bajo las cuales se siguen perpetrando crímenes de lesa humanidad.

En ese sentido, ésta es una ópera bufa. Durante 30 años de postularse al Nobel y no conseguirlo, las instituciones conservadoras y la prensa de derecha intentaron compensarlo con premios y galardones para sostener en alto el prestigio de un vocero connotado del gran capital y las transnacionales. Ahora consigue el máximo galardón, justamente cuando no lo necesita. Así como Andrés Avelino Cáceres debió haber muerto en la Campaña de la Breña, para no ser recordado por el pésimo gobierno que hizo, Mario Vargas Llosa debió haber ganado el Nobel en 1971, en el esplendor de su carrera literaria, no en su decadencia.