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lunes, 13 de junio de 2011

Sobre el Idioma y el Feminismo

por Ignacio López Merino B.
Siendo el orgulloso padre de dos brillantes mujeres dedicadas a la enseñanza escolar y universitaria no tengo otra opción que la de ser yo mismo un furibundo y militante feminista también. Y, además, por convicción propia. La diferencia entre hombres y mujeres de la especie humana casi no existe...o es mínima, como quedó claro en el famoso debate entre Churchill y Lady Astor en el Parlamento británico:
Lady Astor: "Lo que pasa es que el Sr. Churchill es un gran machista, cuando en realidad entre hombres y mujeres no hay sino una pequeña diferencia"
Entonces Churchill se levantó y dijo:
"Pido un fuerte aplauso para esa pequeña diferencia"
Hay algunos teóricos evolucionistas, sin embargo, que opinan que el feminismo está condenado a desaparecer, pues las mujeres feministas, generalmente las más contestatarias, menos dóciles y sumisas, estarían condenadas a la extinción, por ser, precisamente...¡menos atractivas para los hombres!, y, por tanto, para ellas pasar sus genes a futuras generaciones.
De hecho, muchas feministas son connotadas lesbianas a quienes mueve el odio hacia los hombres por la competencia con otras mujeres o por experiencias personales de abuso.
Aparte de las válidas razones de relativa igualdad de los géneros, creo que el lenguaje, como instrumento, sería más eficaz y lógico si se dijera presidenta, ingeniera, médica, etc.
Cada vez que veo que una mujer se autodenomina médico o ingeniero, sé que se está refiriendo al título académico, pues en su diploma así está escrito, con lo cual no miente. Pero me parece un poquito huachafo y pedantesco referirse a sí misma como una titulada universitaria. A mí me suena mucho mejor, (y a la Real Academia Española también, pues así está en el diccionario) que una mujer profesional se identifique por el sustantivo de su quehacer profesional y que diga: soy médica, o ingeniera, etc.
Si bien es cierto que el inglés carece de un machismo "obvio" cuando dice genéricamente, por ejemplo, doctor o friend o lover, es más cierto todavía que esto causa una confusión de género ¡que puede ser comprometida en el caso de lover! Nuestro castellano sí soluciona esto con el adjetivo posesivo cuando el vocablo solo no aclara el género: Así, decimos: el amante o la amante, definiendo el sexo de con quien se tiene sexo.
En inglés cuando se dice the friend a secas no sabemos de su género y tenemos que esperar hasta que se nos aclare con she o he para ver si aceptamos una cita a ciegas con tal friend sin quemarnos los hombres con un bigotón a cenar con candelabros en la mesa.
Además, el inglés es tan machista o más que el castellano en cuanto a la denominación de las partes en la sociedad conyugal. Es cierto que las mujeres hispanas de facto pasan a ser propiedad de sus esposos cuando agregan a sus flamantes nombres el posesivo de (María Sánchez de Pérez). En cambio en la cultura inglesa, la mujer pierde su apellido paterno y pasa a llevar solo el de su esposo. O, peor, aun, pierde su identidad genérica totalmente y pasa a ser oficialmente, en todas las comunicaciones y para todos los efectos, "Mrs. Charles Smith".
¿Dónde hay más machismo?
A raíz del movimiento feminista de los 60 hay mujeres que al casarse deciden mantener su nombre de pila y su apellido paterno en vez de tomar el del cónyuge. Pero esta (¿buena?) costumbre no ha prosperado, y más bien tiende a desaparecer, como todas las cosas que no son prácticas y eficaces, por más que se advierta justicia en su intención. Es decir, por un orgullo de género se va a una confusión en varios niveles cuando la madre de John Smith es Mrs. White. Lo primero que se presume es que la señora "White" está casada en segundas nupcias con otro señor y que es viuda o se divorció del papi de Johnny. Y Johnny puede ir tan confundido por la vida como Adán en el Día de la Madre.
El extremo de esta pretensión igualitaria se aplica en algunas parejas americanas, cuando la madre es tan radicalmente defensora de su denominación de marca que con la anuencia del esposo, los hijos llevan el apellido de ella. Conozco varios casos. ¿Se impondrá esta alternativa en el futuro? Ustedes juzguen.
Hay casos de machismo lingüístico que mejor es dejarlos intocados porque ya tienen una connotación afectiva muy intensa: mi patria es, etimológicamente, la tierra de mi padre, y hay que ser muy fanático para querer cambiarla por matria (la tierra de mi madre), por más que hablemos de la Isla de Lesbos, que era un matriarcado.
Hubo razones muy prácticas desde los albores de la humanidad para que los miembros (¿y las miembras?) de un clan llevaran el nombre del jefe de la tribu: siempre se sabe quién es hijo de su madre, pero a veces es difícil saber a ciencia cierta si alguien es hijo de su padre, especialmente cuando el sujeto sale pelirrojo y narigón como el vecino. Entonces, para reafirmar derecho a herencia, aunque se trate de una engañifa, el bermejito llevará el nombre del marido legal de la que lo parió, aunque todo el vecindario haga escarnio de la familia entera.
Ha sido históricamente necesario, aunque con errores, identificar al hijo de quien aportó el semen con su misma denominación. Denominarlo con la gracia de la madre no servía de mucho en cuanto a la definición de la línea paterna.
O sea que sigue siendo válida la nomenclatura paterna para todo ente nacido de varón y hembra. Así ocurre en la gran mayoría de las culturas que habitan el mundo. En otras, como las de origen germánico (incluidas la británica, alemana, nórdica, etc) el apellido materno no solo no se usa sino que se pierde en la noche de los tiempos desde el instante mismo de la concepción del nuevo terrícola.
Cierto que así como hubo una papisa por error, lo cual dio origen a la silla gestatoria --donde uno de los cardenales tiene hoy la misión específica de tocarle los testículos al cardenal recientemente elegido, antes de su proclamación como papa, para evitar que una impostora represente a San Pedro en la Tierra--, también hubo una monja alférez, pero no por eso a todos los recién graduados de una academia militar alguien le tocará los huérfanos, a menos que el capitán del regimiento sea gay.
¿Además, tiene Humala pinta de monja?
Lo que quiero decir es que hubo y hay accidentes históricos, pero ellos no determinan cambios en ciertos rumbos centenarios o milenarios.
A menos que Ella lo permita, que es como las feministas extremas se refieren a Dios. 

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